Redes sociales (el juego de los espejos)

El sentido trágico de la vida sólo
puede ocurrir con una estética sistemáticamente distorcida. R. M. del Valle Inclán

A veces pienso que el mundo
no nació para preocuparse por mi,
pero que yo insisto en contárselo todo;
como si mi historia compartida les completase,
como si esa mi generosidad les complaciera
y pacientes esperasen por mi próxima entrega,
en esa calculada fotonovela para mí ego en crisis

A veces pienso que ya no converso más conmigo
buscando siempre en el efecto de mis palabras,
una respuesta a la más antigua de las preguntas,
la inquietación que se resiste a hacerse presente,
esa mi mirada extrovertida que se resiste a ver,
que mira al otro para evitar su propia imagen.

A veces siento que la vida es una paradoja,
en esa extraña forma de vida que es la nuestra,
entre clamores, vítores y simpáticos emoticones,
en una infinita sucesión de estériles proclamas,
celebramos la eterna jornada de puertas abiertas,
la insensata razón que da sentido al gran vacío,
al temor de perder nuestra soledad acompañada.

A veces creo que hemos perdido el rumbo,
cegados todos por ese farol que nunca descansa,
por la luz insomne que alumbra nuestra oscuridad
en la más maquiavélica contradicción cegadora,
imposibilitados de ver más allá de una pantalla,
de una traslúcida visión que nos nos deja vernos,
atrincherados frente al miedo a la tierra de nadie.

A veces pienso que hemos dejado de pensar,
movidos por un impulso inconsciente y febril,
un insano cautiverio que se disfraza de libertad,
en un renovado mito de la caverna socrática,
que nos vende significados sin más significantes,
crédulos de ser lo que somos sin nunca serlo,
viviendo la fantasía creada por nosotros mismos.