La Prosa Inútil (¿Para qué carajo escribo?)

Había una vez una joven escritora que consumía sus horas en musas efímeras pero nunca llegaba a atraparlas entre sus redes que se desvanecían según pasaba el día. Las ideas le llegaban como olas refrescantes, las imágenes vívidas, hasta escuchaba a la gente en sus escenas. Los sonidos en el aire cotidiano le inspiraban melodías y movimientos de orquesta, inquietas notas sobre ríos iluminados de música pura…

Pero todas estas hadas se resbalaban de sus dedos y se iban risueñas a bailar con alguien más. Ya no podía siquiera leer de verdad. Consumía fragmentitos masticados de información a lo menos vaga, y lo más común que fuese basura mediática. “¡Ay de la lengua hablada!”- se lamentaba. Pero peor de la lengua escrita, que en su caso, a secas, no escribía nada.

-“Es que me da miedo enumerar hasta la muerte. Que hago si me empiezo a convertir en un loro pseudocortazariano, o un narizón gongorudo, o peor, un Alejo Carpentier.”

¡Bodega, hija de puta! ¡BO-DE-GA!

¿Peor escribir estupideces a no escribir nada? Pronto el sentimiento se le moría entre el pecho y la garganta, ya no digamos llegar a los dedos y desencadenar todo ese baile de motricidad fina, de perfecta coordinación entre papel y mente, donde se reflejan no solo las pinches herramientas del lenguaje sino; el alma, el olor a pasteles, quién sabe.

¿Debía escribir tan parcamente como un Baldor, tan pobre como Cohelo, tan cuasimístico como el Jodorowsky?

-“¿Escribir para qué? Si las palabras se mueren en cuanto creen alcanzar puerto, solo hay lenguas podridas que parecen muelles desde lejos. Para qué escribo si no quiero que nadie lo vea, porque qué vergüenza cuando se han leído tantos premios nobel, esta prosucha que ni callejera. Creo que le temo porque mi prosa es inútil, aún me dijeran lo contrario más de veinte gentes, la verdad es que mi prosa es tan poco trascendente que no vale la pena que vea la luz de otros ojos, brillantes y más cultos, y ni siquiera pretender “ilustrar al maleducado”, terror innombrable… hasta me da nauseas pensarlo.”