Aquélla noche fría de Abril

En una noche de abril, fría y serena,
el viento susurraba en la neblina amena.
Las estrellas brillaban en el cielo azul,
mientras la luna iluminaba el paisaje en su tul.

Los árboles dormían, desnudos y quietos,
sus ramas extendidas, como brazos inquietos.
El aroma a flores embriagaba el aire,
mientras mi corazón latía sin cesar.

Caminaba solo, perdido en mis pensamientos,
envuelto en la bruma, en mil sentimientos.
Mis pasos resonaban en calles vacías,
buscando respuestas en noches sombrías.

De repente, tus ojos encontraron los míos,
un destello cálido en medio del frío.
Tu sonrisa encendió mi alma apagada,
como una llama ardiente, inesperada.

Juntos nos refugiamos bajo un viejo portal,
abrigando nuestros sueños, sin temor a fallar.
El tiempo se detuvo en ese instante mágico,
mientras nuestras almas se unían en lo más íntimo.

Aquella noche fría de abril, eternamente grabada,
en los anales del tiempo, será recordada.
El amor floreció en medio de la oscuridad,
y en cada primavera, renacerá con intensidad.

Así, en cada abril que llegue con su frío,
recordaremos aquella noche, nuestro río.
Y aunque el tiempo pase y las estaciones cambien,
en nuestros corazones, aquel recuerdo no se desvanece.