La guerrera

Fue guerrera con armadura templada en fuego ardiente.
Vivió espada con filo cortante
que no se humilla en oliente fango.
Caminante descalza de heridas cicatrizadas, que sangraban sin previo aviso.
Desnuda de sabiduría
y sapiente en dudas.
Fue aprendiz del destino
pero debatiente en posiciones.
Y si, en la serenidad de la noche
comulgó con pasiones prisioneras
que recuerdan instintos humanos.
Moneda de una sola cara que el oxido jamás podrá rozar.
Impetuosa, impulsiva en lunas llenas.
Sosegada en cercanías cautivas de dolor ajeno.
Fue sentimiento, lamento y delicadamente tormento.
E. Escribano