Se mancharon los remerillos blancos.

Entre las montañas de mis abuelos,
existe una hermosa llanura,
donde el roble de sierra descansa,
abrigado de remerillos y tulas.

Donde el riachuelo corre zafo.
Donde el verano es perenne.
Donde las aves crean sus nidos
sin temor a rudos dementes.

Lo encontré en una aventura,
y con celos lo quise ocultar.
Encubrí todos sus senderos
y creé laberintos farragosos.
Lo dañé tan ingenioso,
que del laberinto tracé pintura.

Siempre tuve cautela, pero
un día me descuidé, mientras
corría los dedos por mi cuatro,
una voz de mujer escuché.

Trate de guardar silencio,
aun de nada me sirvió.
Había encontrado su camino
escuchando del cuatro, la voz.

Ante ella me quedé quieto,
hipnotizado por sus ojos azulinos.
Había cruzado todos los obstáculos,
y no habían rasguños en su traje fino.

Me preguntó sobre mi soledad.
Respondí que nunca me siento solo.
Dijo que mi melodía era triste;
y que me hacía falta coro.

Entonces me visitó todos los días
y juntos creábamos historias:
de mundos mágicos, extraordinarios.
De épocas de romance y gloria.

Fue inevitable, de ella me enamoré,
sentados bajo el roble de sierra,
entre los remerillos y las tulas,
en la llanura que yo encontré.

Pero, la alegría no fue como el verano.
Los remerillos blancos, se mancharon,
puesto, su costado chorreaba sangre
de un tiro de plomo que dispararon.

Entre sollozos, la sostuve en mis hombros,
con dolor me advirtió que corriera.
La habían perseguido a nuestra llanura,
que yo moriría bajo de roble de sierra.

Cuando mi amada dejó de respirar,
llegaron sus asesinos, a mi secreto lugar.
Bajo el roble, vieron un pobre infeliz.
No peleé, ante ellos me rendí.

Me levantaron bruscos,
y mis muñecas esposaron.
Decidieron tal vez no matarme,
ahora vivo en una prisión encarcelado.

¿Qué habrá sido de mi gran roble,
de su abrigo de remerillos y tulas?
De seguro lo habrían de cortar,
con los nidos de mis aves.

En la celda me llaman Puerto Rico;
mi amante me llamaba Borinquén.
Su nombre bello, era Libertad.
Ahora solo escribo cartas a la muerte,
para que devuelva a mi amante ya.

Comentarios & Opiniones

JOSE FLANDEZ

¿Qué habrá sido de mi gran roble,
de su abrigo de remerillos y tulas?
De seguro lo habrían de cortar,
con los nidos de mis aves... Excelente poema con una carga de profunda y dolorosa melancolía y bellas imágenes. Un saludo y todas las estrellas.

Critica: 
Cortez de Badilla

Millones de gracias Jose

Critica: 
ELVIRA COLQUI

un execelente poema lleno de emotividad y nostalgia querido

Critica: