Muerde tu cola

Sí tuviera alguna opción de verdad optaría por obstaculizar el Uróboro que se hace de mi como se hace de ti, todos en este mundo estamos locos, hundo mi cola en mi paladar para poderla regurgitar y que jamás se pueda cortar, así es la eternidad un acto caníbal al que llamamos amar.
Yo quisiera parar, ponerme al lado del camino, sudar todo el bien y el mal, necedad que se incrusta en nosotros con la edad, el pasar del tiempo que no ha de avanzar ni tampoco olvidar, pero hay que vivir un día menos para podernos enfocar en un día más, como si la ola no pudiese ser mar y la playa fuese el tranque que no nos deja aceptar, resistir y respirar, avanzar y luchar.
Nada tiene sentido, no hay ninguna opción más que la de ir y disfrutar, aunque la erosión nos vaya a triturar, improvisar lo que sea que vayas encarnar, aunque sea sólo las uñas en las patas, y parezca una cazuela sin patatas, ponle todas las ganas.
La verdad no sé equivocó, fue sabia su decisión, no somos dignos de mirarla a los ojos, por eso deliramos y pensamos que sale por nuestros poros, es humana la subjetividad y la moral… Sí apareciera la objetividad toda la superficie de este planeta ardería, no discriminaría, todo en esa fogata danzaría ¿A la pacha aun así la amarías?
Ceder cada parte de tu piel, que caiga hirviente tu miel sobre el dionisiaco paladar del destino, un liso y suave camino, distinto al que he vivido, un placebo, geométrico fractal que cambia incansable mientras observa cómo nos equivocamos, no hay vocablo que pueda ponerte alas y subirte al trono, por eso es por lo que ya no creo en los cuentos de hadas ni que “tu mujer” anhele hacerte la cama, quien quiera ese amor y profesar la libertad que se deje de pendejadas.