Mendiga cotidianidad

poema de Srakkin

Las piedrillas caen al pozo como si fuesen nutritivas,
como si las migajas formaran un cálido pan
recién salido de las entrañas de un filtro humeante
lleno de carne, malformación humana en avance constante,
como el cigarro en ayuna y los crujidos de la madera por el frío
de una ciudad terca donde el cartón abrigaría más que sus latidos,
la pobreza se vuelve riqueza con saludos bien agradecidos.

Mendiga cotidianidad de conocernos,
mendiga ruptura de entendernos,
mendigando cueros ajenos.
Ciudad sin aire, sin bocadillos salteados a contra lengua,
sin soles que te quemen las superficies, que enciendan el alma,
y aún menos que abriguen un estomago con deseos suicidas.

Mendigando cueros ajenos aprendo,
me desprendo del sentimentalismo material,
me hago cueros ajenos, divagando comprendo.
La yugular se enrosca en el cuello de quien fuese muerto,
bombeando kilómetros de soledad e insomnios fantasmales
para petrificar a cualquier corazón con ansias de ingerir sentimientos
y da lo mismo cual fuese el sabor de tus pétalos o tus estigmas,
cualquier aullido que me acerque al olvido es mejor
que olvidarme a mí mismo, olvidarme solo
y que nadie más me olvide.