ARBOLEDA

Nada había, siquiera el eterno vacío
de los condenados. Pandora nos legó
la sola esperanza y con ella el olvido
de expectativa viable que enmudeció.
Vana la entelequia cuando nos arrolla
la postración. Nada en la arboleda;
fuera, la estéril esperanza que arroja
el caudal de la posibilidad a la ciénaga.
Mucho tiempo desde que paseé por ella,
cierto que ya no es, pero entonces sí era;
incrédulos en el avance, en la destreza,
necios acarrearon esperanza butronera.
Se dilapidó el ser y floreció el no-ser;
esperanza inane acaudilló el amparo,
desoyendo la voz del querer es poder,
la arboleda sucumbió y es un páramo.