La magia de una estrella

Cualquier estrella puede asombrar, pero solo una puede cautivar.

Todas brillan; más solo una ilumina, solo una conquista y su luz es exclusiva. Ella ilumina la vida, atrapa el alma, enciende y aviva la llama del corazón.

Ella es un poema con puntos suspensivos, un paso efímero sobre el cielo con huella permanente en el alma.

Es bella y autentica.
No necesita que alguien le diga lo bonita que es, o lo linda que se ve esta noche sobre el firmamento. Ella no necesita de esas palabras.
Ella sabe que es bella, y no es presunción, lo es. Es bella por su esencia y alma, es bella porque es segura de sí misma.

No vive de vanidades ni apariencias.

Es bella, pero sobre todo completa, tan completa que no anda con su luz a medias, es simple y esa simplicidad es su magia, una magia especial que convierte las noches en un carrusel que te eleva por los destellos de su ternura.

Agradable es, un regalo hermoso para todo aquel que la contemple.
Comparte su alegría por todo el universo y se asoma por las noches con su hermosa sonrisa.

Ella no esconde nada, mas no deja de ser misteriosa, misterio que envuelve y seduce, belleza que dan ganas de volver a ver, amor de su copa que dan deseos de seguir bebiendo.
No es perfecta, tiene espinas, cicatrices y huellas. También perversiones, fantasías y deseos. Las estrellas más interesantes las poseen.

No busca ser eclipsada, busca ser admirada. Y yo, en la opinión de este poeta, lo hago desde lo más profundo de mí ser.

Estrella llena de magia, generosa y completa, en ninguna otra galaxia habrá otra como ella. Basta con mirar al cielo y sabré que está ahí.

Con ella es difícil coincidir como para dejarla ir tan fácilmente. No quiero perder de vista los destellos de su luz, porque ni aun la luz del día la puede esconder. Su amor no crece por la presencia, sino por la magia de saber que aunque no la vea la llevo en el corazón.