Entonces apareció como un durazno en la habitación aquella del hotel.

Entonces apareció como un durazno
En la habitación aquella del hotel.

Abierta la fruta recibió mi cuerpo
Y me dejó en las manos el bravo almizcle
De su dulce herida; transparente piel
Donde empollan los sueños la realidad.

No podrán los bríos del amanecer
Amainar la lluvia de la despedida,
No lograrán las caricias compasivas
Templar el rigor impío del destino.

Arrojados en la corriente del tiempo,
Se asoman a la memoria los colores,
Los sabores, los aromas de esa noche,
Brillante y tibia y lejana en el recuerdo.

Terco anhelo de una nueva mañana
En que el temblor de la carne resurrecta
Logre escamotear del adiós los horrores,
Marchando atrás con el tiempo revivido.

Y volarán mariposas de futuro
Tras de los sueños redondos y turgentes
Que como el sexo maduro, se desgajan
Más allá de los confines de la muerte.

(Medellín, diciembre de 2019)