La única ribera
Se fue por la vereda del dolor,
Como se va, sin lograrlo, quien lo intentó.
Se fue por la ribera del olvido,
A cuestas sus herramientas:
Obsoletas, tañidas por el silencio,
El papel y la pluma… obsoletas,
Como la rueca o el telar.
Se fue por la ribera del fracaso,
Añorando lo que pudo ser,
Recordando lo que no tuvo,
Dejando atrás el olvido.
Se fue por una ribera escabrosa,
Llena de altibajos,
Caminos irregulares y hostiles.
Su cabello cano, cargado de desdén;
Su piel marchita
Y sus pasos, pesados.
Se fue por esa ribera, desechado,
Como quien tira y pisotea
Una prenda gastada
Y opacada por el sol.
¡Si se hubiera ido por la otra ribera!
Tal vez allí habría escrito
Obras maestras —como las que hoy
Yacen en papeles arrugados,
En algún cesto de basura—
¿allá habrían sido aplaudidas?
Se fue por la ribera equivocada,
Donde se arrastran los pies,
Y hasta las palabras de su oficio pesan,
Donde nadie ayuda ni da la mano…
¿Y si la otra ribera no era mejor?




