Giiuseppe | poema 3 de 5

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Quería acompañarte a saciarme, a verte volver en ti
a esa comodidad de estar a tu lado; encima de mí.
me quemo, me ardo, salvo las cosas nuevas;
quisiera estar lejos de todo esto.
Acaso las paredes no son testigos,
acaso el fuego no se quema como fuego cuando te llamo.
Toda la niebla va en fila detrás de tu blancura
de pájaro
de musgo
de colina y sol.
¿Acaso hay algo afuera, en el tráfico?
Oh, sol suficiente, oh belleza suficiente
quiero estar a solas, lejos de toda esa galaxia
y contigo.

Contigo como animal superior
como hábito
o monje
como iglesia o desperdicio.
Estoy obligado a escribir de ti y tu belleza
pues considero que me he sorprendido.

Mis ojos van por tu barba
como las naranjas por el filo del árbol

Mis ojos van por tus ojos
como los pájaros enfermos de frío al sol naciente.

Mis ojos van por tus lunares como extraños,
como una deuda
como un verdor remoto.

Mis ojos van por tu blancura
y me confunden, me avanzan, me hieren
tus ojos círculos de oro.

Mis ojos van como en una galería gratuita
por tus párpados y pies;
mis ojos gastan hasta las últimas gotas
y se quedan absortos.

Mis ojos caen en precipitado frío
sobre tu espalda;
mis ojos hondos van al acantilado.

Mis ojos malheridos
van por tu antiguo mineral quieto,
oscuro plomo.

Mis ojos van como seda
por algún barullo del mundo y del color;
mis ojos avanzan en vecindad
y te miran
te alaban
y tu ahí quieto en tu delicado trono
te buscarán mis pájaros
mis ramas
mis heridas
y mi corazón henchido de luz
será túnel por donde puedas descansar.

Ya no quiero huir, hombre, quiero sentirte
sentirte tan distinto
tan material
tan aliviado, tan delgado
como una espesa rama
o un combate que se va ganando.

Quiero que no seas capaz de fingir tu sueño
que no te mezcles con la sonrisa
que nada te sea ajeno
que la pesadilla sea incapaz de existir en ti.

Te quiero tan cerca que pueda oírte
y tan lejos que pueda orarte

tan cerca que pueda herirte
y tan lejos que pueda hacerte plegaria

tan cerca que pueda maldecirte
y tan lejano que pueda bendecirte

tan cerca que tu blanco sea mi blanco
y que seamos carme, delirio
tu voz alzada en el espasmo
tu voz derramada en la torre,
tu forma anclada a mi nacimiento.

No ves que no soy el único al que deleitas con tu belleza
pero soy el único al que haces poeta.

Sombra y belleza de no alcanzarte
ya tengo un verso preparado
y una copa de sangre,
tengo ya un párrafo esperando un beso.

Estás ahí entre la sangre y el terreno
entre la garganta y el beso
y desde ahí tramo a tramo la canción del archipiélago.
Ya no sé dónde ponerte
si en mi angustia
en mi placer
o en mi poesía: ahí estás ordenando
mi posesión sucesiva
y quizá ya mañana olvide tu belleza,
está poesía por ahí cantando recordará
lo que es nacer
derribando así mi soledad definitiva.

Tu belleza es pintura
es posesión
es agricultura
todo lo haces sin el menor esfuerzo;
todo te llega
hasta los barcos y la luz,
todo se hace deseo
como quien bebe una copa de vino.

La hortensia azul te declara la guerra.

Tú te vistes de un planeta enrojecido
vas por ahí como arma doliente
llenas las rosas de campos
y de siluetas los paisajes.
Tu belleza se da en el acto
es antes de, después de…
en el instante de la creación.
Tu belleza va hasta antes de ser uno en uno.
Tu belleza está justo antes del todo.

Tú, manantial inagotable
campana de verano
piedra blanca sobre piedra negra,
piedra dentro del alma y el cuerpo,
nada se esconde cuando tu sales
llenas el espacio absoluto con tu sirena encantada.
Nade se queja cuando tu apareces.
Nada estorba si tú hablas.