Del viento a tu muralla

Del viento a tu muralla

Resurge como el nido de una estrella,
velamen de águilas volando; arguye
de nativo tu querella, impropio caudal
de sol tachado. Enarbolado el maizal,
tu soplo oscuro. La nieve del mal
va renegando… En silencio el compás,
a punto y prieto, augura congoja lastimera,
caudal de ocio y de valía, para el tropel alado,
alazán de meta mozalbía, oriundo de este pan.
Resurge como el viento en el cual médano,
abrasa la sombra del océano,
y ruge, cual el tropel del claro,
vanguardia de silencio sobre amparo,
y vuela: -caliginosa miel- adusta no se exhibe,
sepiando el oropel, la bruma en guardia,
estilete del silencio que repara
ya no la huida- la boca cineraria- del olmo que precede,
herraje de la flor que me concede no la niebla,
el mar que agora tiembla y se antecede…

Romero de la sal, vertiginoso lebrel ocupa el claro:
y amansa el buril, ya no la bruma-
que del centro no acomete la limpieza,
ni soberano endeble su bajeza-
para tropel del claro: -enero Sueña-,
y la boca templada en arrecife,
su mal a costa de la isleña amante, ya no duerme
caliza, entretejida en el semblante,
de diurno estrépito, triunfante
y goza, y se limpia ya la herida que sonríe
venablo de ultramar y candileja helada,
sopor del viento más, amurallada
entre sombrías panojas. La triste dueña
del oropel cansado no se afirme,
cual el coloquio helado la belleza
de propia vagabunda, y pues, heraldo
que sabría amar tan sólo el arte,
que amoldó su figura hasta desearte,
minera forma de entablar labio, -si dureza
helada,- no acopia de su acérrimo
el colonial invicto de la espuela-
que al domeñar el llanto de la Escuela,
sufría la vanguardia, natural que se traía…
Y el taimado verso no vestía…

Ni la sombra helada de una rosa, apergaminada…

En el silencio,
vuelven llanos los payasos que del aire,
sofocan plenitud… Cardumen pétreo,
entre lisonjas lagrimales un abismo,
entero de la sal y de algoritmo: risueño pie,
sobre sandalia veloz, y no la huida,
que la boca sombría me recauda, procelosamente,
en el recaudo del amor, del aliciente:
la boca pues, tendida de su arte
que amilana la nobleza distinguirte…

Por soberano caballo, un pie es la redundancia
que el faisán esculpe con su claro ritmo,
vertiginoso de amar entre las rocas, fauces
que el decoro del aliento y de torcaces,
no nubla la marëa… Y ahuella el diente,
su voz procaz y solamente,
querellas defraudadas de Omnisciente,
para volar palomas, vocales sombras,
y aguardiente… No la brisa
helada te transporta en la debacle,
Ruiseñor amado en la pesquisa,
diurna de su vate prominente:
en soliloquio ardiente-
Tal la manera residual del claro,
que augusta con su forma y su elemento
el tropel hallado con el viento
herido, si de voraz arrebato-
su suspiro- en propio ardor no lo retiro-
cual incidencia, mudez, que sobre el barro,
toda cadencia ofusca del silencio
y no acopia la tarde de su aroma,
si de intelecto arden las palomas
que salitre- en la belleza otorgada,
anonada de su fémina la flota-
que el baluarte de sú ignominia helada,
no acogota sin las eses, del maizal
opúsculo que evade de tus labios:
cual el tropel andante de tus besos,
y en Musical tarde los blasfema
como una nota herida el madrigal reclame:
no sea que esté ausente, y no te ame:
por coloquial amparo, no resigno la manera
del arte, del juicio ó la primera
boca que, presa no rasguña,
del ímpetu escaldado la simiente
venerado el actor, ya no lo süeña
cual ímpetu cadente su vicuña,
ó en otro arte la brisa desventura:
y, desde su rosa, su trigal amanece, no la herida
del soliloquio tenaz, tan pronta huida,
la voz, la acechanza y el Misterio-
que la boca engavilla para darte-
y no sufrida- vertical para aprendarte,
del oprobio voraz, si no la sierpe helada una mazmorra:
de la sombra acicalada la Virtud,
que, desde tu risa amara, de la sombra-
el tropel del claro con tu horma…

Busca el llano la mudez cual solo al viento llamarada,
llama entre voraces sombras quïetas,
lumbares coplas que, llamadas,
entre sombras no despiertas, se aquietan:
cual bermejas fauces soñadoras y cubiertas,
ó del mismo milenario sauce, erectas
la voluntad, perdida por paloma,
en intensa boca lleve ya su fuego, como foguean hadas
encubiertas desde el llano, indemnes fugas abiertas llamaradas-
Del sueño del tropel, adusto claro-
en su mar de oprobio y de Verano…

Sombría rosa no anochece la pradera,
pero un clavel enhiesto vitupera, …y amanece.