El crimen de Gustavo.

Debajo de la tierra
el poeta sumerge su báculo
y se entrevera de muertos,
y dice «cantaré a la sal, ¿qué más importa?»

Y trenza desde raíces el propio rostro
hecho de jazmines recién venidos,
acariciados por la dulce brisa
de un septiembre de primaveras.

Y Gustavo lo sabe:
alguien conoce la herida,
como las palmas de sus manos.

Y Gustavo lo sabe:
un cómplice es mejor que un enemigo.

Tras la memoria
una mujer desnuda fluye
con sus pies alados.