El que traiciona
El beso que duele se encuentra en la traición, y al igual que un veneno no lastima al momento sino con el tiempo, de adentro hacia fuera, ataca el cuerpo y la mente. El corazón se ahoga en su pena, y el llanto se atasca en la garganta, no permite que el grito desgarrador de la herida salga con toda fuerza, sino que a veces se toma una enorme bocanada de aire, preparándonos para sumergirnos en ese mar de interminable tristeza, no hay solución, o al menos así parece, ¿Quién diría, no? El tiempo todo lo cura, o el tiempo te acostumbra. La vida nos traiciona; se nos dice siempre que la vida es un regalo, pero que tortura más grande que esta es, siempre encuentra la forma de borrar nuestras alegrías, de forzar lágrimas y forjar traumas que se esconderán en rincones de nuestra mente, solo para que, al igual que una bomba de tiempo, explote a su debido momento. La gente también traiciona, y es obvio, la vida nos la cago tanto que debemos herir a otros para que nuestros destinos sean mucho menos trágico, pero también seguimos siendo inocentes y utilizamos la confianza como una autoflagelación, parecemos masoquistas al poner nuestra fe en los demás sabiendo que el puñal lo tienen preparado para cuando pongamos la espalda.