Bajo el sol del día a día

poema de Adrián

Perdiendo la vida al sol
por un billete de cincuenta diario,
perdiendo la vida en un sudor
que riega frutos escasos,
haciendo la vida añicos por obligación
con un corazón de porcelana
y reparando grietas
para las que no tengo pegamento,
haciendo del pensamiento
un engrudo de imposibilidades
que prenden la llama del rencor
hacia un orbe desigual
y copiosamente vomitivo, perdiendo la vida atrapado
por grilletes invisibles
y alas de libertad amputadas
con las que acaricio
una esperanza inerte,
echándole huevos a la debacle
como una puta hormiga sin destino
en mitad de una tormenta infinita...

Y aún así la suerte me sonríe
más que a aquel tipo que ocupa
una vieja casa sin luz ni agua
con dos habitaciones libres
y sin cabida para la ilusión
tras ser desahuciado
y que la sociedad le patease el trasero
marcándolo para siempre
con el agrio olor de la pobreza.

O que aquel otro que descendió
cien metros de depresión en picado
hasta acabar con sus sesos
esparcidos en la roca,
sus familiares aún hoy
buscan algo de sentido
en las piezas
de ese puzzle espeluznante.

O que aquella otra que da voces
sola por calles sin oído
quizás en la búsqueda
de sus cinco hijos
cuya potestad pertenece
desde hace años
a los servicios sociales.

O aquella otra que espera en la estación
su próximo cliente anciano
mientras recuerda sus dientes
antes de que fuesen una fila inconexa
de vacío y putrefacción
y calcula cuanta heroína
podrá pillar esta noche.

O que aquel otro que vende gafas
que imitan lo inasequible
sin haber conocido nunca la luz
tras cruzar media África
y luego un estrecho de confusión
en un barco de humanidad astillada,
unos meses después
sus hermanos intentaron
calcar sus actos
y hoy descansan donde
se contonean las medusas.

O que aquel niño
que se lamenta inagotable
a cuya madre ha devorado
con esmero
y desmesurada pasión
un monstruo
llamado cáncer...

En cada esquina
la pasión se deshace
como si fuésemos arcilla
en los rápidos de un río,
el calor del dolor nos forma
como si fuésemos vidrio soplado,
como si el mínimo tropiezo
puediese empequeñecernos
hasta desaparecer sin rastro
en un mundo de olvido cuántico.

Y yo me quejo de mi suerte
solo porque mis delirios
sean moscas sin mierda
donde posar sus patitas,
que importancia tendrá
que no crezcan mis brotes
mientras todos se descomponen
bajo el sol del día a día.

Comentarios & Opiniones

Rubiela Martinez Lopez

que verdad tan dura y cierta, y que letras tan precisas. Un abrazo Adrián

Critica: 

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