Madre
Siempre soñé con un amor ciego, eterno
Como el amanecer de éstos rumbos
O la ansiosa tarea de las olas
Me ilusionaba oyendo
El inquebrantable ardor acá en mi pecho
O ése palpitar tan profundo y tan mío
Creía que en ajenas calles
Podría recorrer mis años
Mis penas
Y que allá en lo alto, sí,
En la mismísima copa de los árboles
Tendría un nido o alguna rama verde
Pensé que en otros ojos tendría un reposo,
O quizá una asamblea de recuerdos.
Un hogar, un patio o un pozo,
Un permanente regazo donde volver.
Y allí estabas, lo juro,
Sin decir más que "hijo"
Sin intención, nunca, de herir
Yo soy cada letra de tu abecedario, madre,
La silueta de tu alfarería
Y tú, tranquila,
Tan idéntica a mí
Tan cercana a este pecho siempre herido, eres
Mi única garantía de paraíso.