Labios Anónimos

poema de Jacarandá

Aquellos labios anónimos,
que andaban por caminos rutinarios, al menos humanos,
sentían la tibieza del atardecer cálido,
poseían sensaciones pertinentes y, al parecer, naturales.
Y, a la vuelta, el destino…
su juego daba el primer paso,
la distancia se terminaba, el aire se consumía…
Las bocas se encontraban con una sed necesaria, precisa, incontenible;
la temperatura se hizo la misma,
las humedades se confundieron,
el beso tomó forma de llamas, de lava, de miel, de tormenta…
El beso consumió los cuerpos, las almas, los pensamientos…
Los labios anónimos se reconocieron,
gritaron sus ansias, sus memorias,
se hicieron cicatrices invisibles,
se volvieron uno;
ahora tienen un nombre grabado en la piel.