Más allá del reflejo

No lo entiendo, le dije al espejo de mi habitación.
Mientras me escondía en el rincón de una máscara creada por mí,
Vi mi reflejo… pero no era yo.
No era humano, solo una parte de mí
que creí perdida en mis recuerdos.
Era tan pequeño, débil, lúgubre
y sin una forma exacta.
Se parecía a mí, pero no tenía mi cara.
Solo estaba ahí, mirándome fijamente.
Sensaciones melancólicas vinieron a mí mientras lo observaba.
Me invadieron sentimientos que nunca había sentido…
o tal vez los había olvidado.
—No lo comprendo —le dije a mí mismo—,
porque solo estaba él.
No lo veo.
No veo mi reflejo.
Te veo a ti.
No está tu cara,
pero sin duda… eres yo.
Era una parte que desapareció con el tiempo,
y ahora volvía a causar estragos en mi soledad.
Estoy perdido, confundido ante aquel pequeño.
Lo comprendí.
Lo conocí sin esperarlo.
Esta sensación horrible,
esta nula comprensión,
era una parte de mi alma
que murió hace tiempo,
en mi habitación.
Estaba asustado.
¿Cómo fue que volvió?
Lo había encerrado
en el lago de mis ojos,
y ahora quería reclamar lo que es suyo.
¿Qué es de él?
¿Qué le pertenece?
¿Qué quiere de mí?
¿Acaso es mi compañía?
En esta soledad, él salió.
Estaba oscuro,
y aun así, lo veía.
Mi reflejo salió,
pero no se acercó.
Fue como si una coma
nos separara el uno del otro.
—Dime —le dije.
No hubo respuesta.
—Háblame —le dije.
No hubo respuesta.
—¿Por qué volviste?
Silencio.
Solo un vasto silencio
que carcomía mis palabras.
—Perdón —le dije.
Y solo brotaron lágrimas de mí,
como una cascada de hielo
que se derretía al llegar la primavera.
El niño reía en silencio.
Lo entendí después de arrepentirme frente a él.
Comprendí que lo había encerrado
para no sentirme débil,
para escapar de lo que me atormenta.
Lo ahogué para huir del miedo.
Lo maté para escapar de mí mismo.
Lo sentí tanto…
por aquel niño que pensaba
que el mundo era color amor
y solo sintió
el peso de la madurez
mientras se le escapaba el aire
en el lago profundo de mi mente.
La máscara ya no está.
Cayó a pedazos
mientras el niño reía.
Puedo verlo.
Veo mi reflejo
y la cara de ese pequeño
que ya era adulto.