LOS CERDOS TAMBIÉN SE ATRAGANTAN

poema de De Vilches

Aún masticábamos en los campos del agrillo
cuando la hemorragia irracional del hombre
se alimentaba de nosotros
como parásito hambriento.

Y todos los días de calor,
que los pasábamos como mejor sabíamos,
dejaban aceites de destreza
de una generación aburrida,
que nunca daba tregua
ni en el hogar,
ni en el amor,
ni a la guerra.

Todos éramos vida,
pero la vida no iba con nosotros.

¿No os acordáis del francés,
y sus exquisitos quesitos de yerba?.
¿Y del tambor de Sahim
cuando en las mezquitas
aún no habían dado la luz?
¿Cuántos años hacen ya
desde que lo fuegos artificiales
subastados de China
dejaron de sorprendernos?.
¿Alguien recuerda
lo que pasó con los brazos
que se extendían para nosotros?,
ya he visto
que la mano aprendió el juego de altura
y arrugada y nerviosa
redacta las cartas de muerte
entre otros y yo.

En años que parecen meses
escuchamos tantas veces la misma cantinela,
la de las señoras de las sillas en las aceras,
la de los jóvenes románticos
bajo la plaga del galán de noche,
la de los jinetes tísicos
de la orden del caballo en las venas;
-¡la procesión va por dentro!-
replicaban todos ellos,
cada uno a su hora
y en su momento.

Nos hemos convertido en cerdos,
y algo que seguro descubristeis hace tiempo,
los cerdos también se atragantan.