Palabras opuestas

poema de Victor Rafael

Solo fue un malentendido,
la ira subió por sus córneas,
enardecida, manipuló los utensilios,
volteó a ver, ¡fuego en sus ojos!
Una cetrina mirada, impávida,
miedo fue lo que sentí, pánico,
quise huir de allí,

Se revolvió inquieta,
jamás pensé en obtener un cumplido de su parte,
¡Oh, madurez indecisa y poco contemplativa!
Sus labios se volvieron rojos,
bajó los brazos, calló,
el silencio se apoderó de la habitación,

¡Irreprochable me parecía aquello!,
y ella lo sabía,
desde el inicio lo supo,
no le importó,
¿Quién se atrevería a quitarle su enojo?
Yo no la había engañado,
no; no se trataba de eso,
vi en su determinación, las agujas de hielo,
delirantes, agudas, firmes en mí,
¡Ja! Siquiera debería parpadear,

El mundo se detuvo,
el universo se percató de mi situación,
y no hubo nada más que dos almas enfrentadas,

─¡Tú! -declaró a viva voz-. ¡Tú!,
te atreves a morir al desconsuelo de mi agobio,
a mostrarte indiferente a mi dolor,
¿piensas que te lo perdonaré?

─ ¡No! No ha sido esa mi intención,
no reí por ti,
sino por mi loco devenir,
que, pensando que mi dolor,
podría a llegar a ser algo en esta vida,
cuando tú, mucho más valiente que yo,
sufres a solas, y te encaramas a los días,
con la fuerza de un titán,
¡De mí me reído!
de mi estúpida ignorancia,
y poca inteligencia a la hora de juzgar,
Créeme, es toda mi verdad.

Sus ojos se aflojaron del ardor,
y su terso rostro recobró su luz,
y en el contexto de un deseo,
suspiró y se alejó hacia su jardín,
ese era su refugio,
el confesionario de sus penas,
allí expiaba su dolor,
y el consuelo fluía en su interior,

Me sentí miserable,
y sin más,
fui y la abracé,
no se resistió,
y la voz queda surgió con suavidad,

─Lo siento mi amor,

Y esa fue nuestra tarde,
sin plegarias, ni reproches,
y fue el amor, el entendimiento,
nuestra compañía.
¡Oh, excelsa tarde de bienestar y abrigo!