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La fuerza mayúscula ha encontrado la nada.
Pérdida y trasparente como el miedo y la ira.
Desolada y violada sin que exista una razón mayor.
Levitando como si fuese polvo fino de olvido.
A estas flores que marchitas se refugian sin abrir los ojos.
Atardecidas y moribundas canciones del pasado.
Duelen esas notas.
Quiebran estos recuerdos.
¡Que ilusos, que efímeros, que absurdos!
Y yo te llamo.
(Que locura llamar a la nada)
Es un cambio que va consecuente.
Sí, esa maldita consecuencia de las circunstancias.
Como si ellas en nada dependen de uno.
Agitarlas con toda la fuerza mayúscula.
Y para ellas, para ellas que son espuma, océano y espacio,
somos una cosa más de las cosas.
Un simple aleteo de un lobo marino en la playa de matanzas.
Un breve zumbido de una avispa que se aleja sin ninguna consecuencia.
y yo te llamo.
Porque he vivido, al menos he vivido.
Yo te llamo.
Porque algo de todo esto tiene un corazón de esperanza.
No te llamo para que me acompañes.
No te llamo para saber que nada quedará impune.
Yo te llamo como las cosas son lo que son.
Te llamo como el agua corre por todo el mundo.
Te llamo como el viento pasea por todos lados.
Te llamo como las hormigas hacen filas interminables.
Te llamo como quien llama para saber dónde estás, qué haces y, si de algún modo,
aún recuerdas que la vida es gigante.
No te llamo para que vengas a mi encuentro.
Ya estuviste conmigo demasiado tiempo.
No te llamo para que me digas cómo debo ser en lo último de mi tiempo.
Todo esto ya lo sé.
Y lo sé, ni por conocimiento ni por sabiduría.
Porque he vivido.
Por todo lo que se ha cambiado o se ha perdido.
Porque yo soy yo y no soy el mismo.
Te llamo para decirte que lo voy a intentar.
Se que mi realidad no es lo mismo que la realidad.
No importa, todo en la realidad es real.
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