Carta II

poema de Timo

Honorable y excelentísimo señor

De mi grata bondad a su bellísima hija

Hoy me he levantado con la certeza que la suave brisa ha acariciado su bello rostro.
Carta a mi amada II
Vuestra merced sabe de mis mares en otoño; de mis largas y nefastas vigilias; de mis vanos intentos por agradarla; de mis interminables noches de pasión; de mis reprochables poemas. Vuestra merced lo sabe.

Mi dulce amada, tan solo un beso tuyo me haría a travesar las más áridas y lejanas tierras, tan solo uno.

No me reproches en mi sutil hablar, más bien favorece a mi sincero amor. ¡Ten piedad de mí ¡

Ámame y te amaré hasta lo infinito del empíreo azul; hasta lo finito de mi existencia y lo inexplicable de mí no ser.
Dulce amada, perfuma mis días de invierno con tu sonrisa curvilínea, con tus ávidos ojos; dulce amada, ámame ahora y siempre.

Tu amado

Honorable y excelentísimo señor
Os escribo esta misiva para os anunciare que mi amor por su bella doncella no ha cesado aún.
De mi grata bondad para su bella hija
Carta a mi amada
Dulce doncella, dulcísima amada sabes que por vuestro amor soy débil como las plumas de una paloma.
Mi dulce amada, perfume de mis días grises sabes que por vos iría a nado por el inmenso mar; a pie descalzo por las intrépidas montañas, no importando frío ni oscuridad alguna; por ti, sabes que lo he perdido todo, aun mi propia existencia; por ti mi bellísima amada soy capaz de caminar sobre la ardiente brasa del volcán más furioso; por ti he quedado desnudo.
No me ceses de amar, más bien favoréceme con el sabor de tus perfumados labios; de tus sonrisas de primavera; de tus ojos color miel. Mi dulcísima amada no me desgracies el alma, pues, por ti los inmensos océanos he cruzado, no temiendo a criaturas feroces; pues mi vigor siempre has sido tú.
¡Oh, mi amada! Que tus labios no cesen de besarme; que tus ojos no dejen de mirarme, que tus manos no dejen de tocarme. Quiero que tu amor me favorezca hasta después de la muerte.
Tu amado