Fusión (en honor a Jorge drexler)

Es imposible
no querer perderme
dentro de tú boca
cuando te ríes

DE
tus arrugas,
totalmente marcadas,
por el tiempo
y el espacio,
que te han desconfigurado la cara
de
tanta risa,
sinceridad,
risa sincera,
risa al amar.

Yo me enamoro
de él
de su trato
de cómo me mira,
cuando me habla

De sus ojos profundos
inmensos
de todos colores

en los que pareciera que el mar ruge
ruge ruge ruge.
Cada vez que me mira.
En los que pareciera
que
las montañas tiran nieve
cada vez que sonríe

Y en los que pareciera
que me hundo
derrito
cada vez
que me mira
ríe,
sonríe.

Sonríe mi amor,
sonríeme

sonríe una vez más
antes de hacer el amor
y terminar en tu pecho
y terminar
con un beso
abrazándote,
negro y azul
los dos colores que me remiten
a tú piel,
a tu color,
a tu ser.

Nada me gusta más
cuando me estiras tu trompita y me dices que me quieres,
-flacuchento-
que me quieres,
porque te asemejas a un oso hormiguero,
Y me dan ganas de estirarte la trompita
y comértela a besitos,
aunque ya
últimamente
ni siquiera me des un beso
o me mires
y abraces
fuerte,
es fuerte.

Has dejado de ser un hombre valiente
y no digo por dejar de amarme,
sino por amarme y no atreverte
a contármelo
a tocármelo,
a hacérmelo saber con tus manos.
O por no amarme y no atreverte
a decírmelo,
a no tocarme,
a no tocarme más
y ni siquiera atreverte a hablarmelo
una vez más.
En ambos casos
no eres valiente, mi amor,
no, no eres valiente.
Y la cobardía
-"es asunto de los hombres"-
no de los amantes,
como dice Silvio Rodríguez.
Es fiel compañera
de la perfidia,
alma letal del egoísmo,
hipócrita y mil veces maldita,
rompedora de sueños
de hogares
y lugares amenos.
Siempre he tenido repulsión
de esa palabra y de esa situación.
Junto al amor
cobardía y amor,
cobardía y amor,
miedo y amor
amor y frustración,
son palabras que no se pegan,
aunque lo intentes
ni con imán.
Que no juntan,
no se condicen
ni son capaces
de tomar la mano la una del otro,
No
no hay peor fusión
que la
cobardía y
el amor.