¿Cuándo la Iglesia no merece vocaciones?
A veces puede pasar que la Iglesia no merezca vocaciones.
Una Iglesia no merece vocaciones cuando
no atrae a sus hijos o, si los atrae, lo hace con mucha timidez e
inseguridad que parece avergonzarse del llamado que hace;
cuando le da mucha importancia a lo accidental
y no ve ni promueve lo esencial;
cuando en vez de pastores, tiene príncipes,
mercenarios o funcionarios mecanizados
en las sacristías, casas canónicas o palacios episcopales;
cuando prohíbe más de lo que incentiva;
cuando practica la teología de papel y no la de la gracia;
cuando lo permite todo hasta llegar a la anarquía;
cuando le teme al futuro y actúa
como si no la sostuviera el Espíritu Santo;
cuando abandona a los jóvenes o les prohíbe
ser jóvenes dentro del templo;
cuando habla con un lenguaje de ayer a los hombres de hoy;
cuando canoniza la comunicación y se
olvida de la palabra de Dios;
cuando se divide en iglesitas y
las llama comunidades que ni siquiera logran respetar
los diferentes puntos de vista;
cuando, en fin, actua como si la vocación
fuese solo asuntos de sacerdotes, obispos, religiosos y religiosas,
olvidando por completo la vocación y el llamado del laico.
Una Iglesia no merece vocaciones
cuando no se renueva;
cuando se estanca;
cuando pierde el sentido de que la historia
debe ser hecha por ella, con ella y por todos los que,
junto a ella, caminan con buena voluntad;
cuando no tiene la madurez,
ni el equilibrio;
cuando tiene miedo a cambiar lo que debe ser cambiado.
Esa Iglesia no merece vocaciones
¿El motivo?
No ofreció la inteligencia ni la voluntad para que en ellas actuase el Espíritu
Que santifica y transforma…
Hablo de la Iglesia sostenida desde lo humano,
la sostenida por Dios merece muchas y santas vocaciones, pero a esa
me referire en otra nota... (continuará)