Afrodita

Reposa sobre un efímero ocaso.
Es el rubí más hermoso que el tiempo
implacable no ha logrado desgastar
entre sus brazos. El amor resulta
inexplicable, simplemente (como
la muerte oscura y sus falsas respuestas)
sucede inconsolable. Veo las
estrellas y la luna blanca ser
el espejo que refleja su sonrisa.
Deseados besos imaginarios.

Intercambios antagónicos entre
la idea absoluta de cualquier Dios
y el origen de las especies en Darwin.
Pájaros en la mañana desierta
cantan las melodías esperanzadas
de aquel encuentro tan maravilloso
que ocurre entre la unidad desigual
de los amantes. La carta secreta
de la rosa con sus espinas eternas
ya ha sido escrita en mi silencio tenue.
Perdido en la bruma de su belleza,
belleza que habita en la morada de
su interior celestial. Afrodita Olímpica,
(musa de los poetas y de pintores
que plasman tu rostro divino sobre
los restos inolvidables del ayer)
te lo suplico, toma mi mano suave.