Nada

poema de San Brendano

Me acostumbre a vivir entre monstruos
A sollozar en los rincones como un mártir que nadie eligió.
A pender de un hilo invisible, a suicidarme frente al espejo.
Me acostumbre a las vejaciones, al ruido, a una visión antiquísima.
A rebuscar entre páginas una rima, que, susodicha, eran mentiras.
Añorar el futuro, pero muriendo cargando sobre mi pecho el ayer.
Me acostumbre a la soledad
Poemas vacíos que le cantaban a un ángel que era medusa
Al único ser que realmente amé y cuando le lleve flores entre mis febriles dedos, ella con expresión reacia, tosca y poco benevolente, alzo una ceja constreñida que agujereo mi palma como si fuera un estigma sin amor.
Me acostumbre al miedo, sus depravaciones, los acólitos chiflados.
Payasos de circo que se mofaban, traspasando las rejas donde recluida yo estaba, un plato con un muerdago podrido dentro.
Y con mis dientes enhebrados con alambres de púas, aún así me sentía feliz, tan plena.
Me acostumbre, entonces, a relatar historias épicas de Fantasía, como burbujas, centellaban en la obscuridad.
Le di mi mano, ¡Dios sabe a cuantos! Con un corazón gentil y puro, ellos, volvieron a reírse de mi dolor, le quitaron sus pétalos.
Y finalmente me acostumbre, al exilio. A llorar por una mujer que nunca me amo y si lo hizo, con sutiles artimañas, me lo trituro como si fuera papeles corrugados.
A propósito, Javier mismo, supo decir estas repugnantes estrofas:
"Elisa salí temprano, con mi descapotable azul planeando en el viento. Nunca me imagine con quien iba a cruzarme, no sabía que esa presencia también iba a turbarme, pero lo hizo. Le temí y ella no sabia quién eras, pero al insinuarle unas palabras y columbrarle una imagen, ella sonrío de lado, restándole importancia.
Athena era bellísima, sus ojos un paraíso. También anhele tenerle, pero rememorando tus lagrimas opte por desencantar esa ultimo anhelo. Ella, siempre jovial, me saludo sin conocerme siquiera. Le hable de tí, lo juro, hice tal cosa, por estupido que sonara. Al confesarle mi angustia respecto al fatal sentimiento que padecía tu corazón, con su típica postura de niña torva, sonrió enajenada y me dijo para tu nefasto discernimiento, estas repujadas frases: No le conozco, pero ojalá, su enfermedad sane muy pronto.
Luego, se marcho. Si no fuera por mí y una suplica, ni eso hubiera obtenido. Hago memoria y le supe revelar tus largas salidas hacia el anfiteatro donde ella acostumbraba a brindar con sus peleles. Le hacías gestos y muecas, pero Athena:(aclaro, por señas supe su nombre) nunca manifestó interés en tí. Es más, con hábil premeditación, susurro unas palabras antes de evaporarse frente a mis ojos: Ojalá, ojalá se recupere.”

¡Javier! ¡esclavo maldito! ¡Incluso a tí, un peón de feria le tuvo más sutileza y devoción que a Mí, su perro faldero de siempre! ¡Le amaba, di todo por ella! ¿y ni siquiera me soplo una rosa?
¡Tú! , precisamente, le miraste a los ojos y con morbosa actitud de octogenario burlón, ansiaste su escote, le hablaste al oído adquiriendo sus placeres.
¡Yo! nada, ¿para que? Athena se rió de mí y ni eso, me dejo palidecer bajo los castaños de tiernas almendras.
¿Ahora, entiendes porque lloro al escribir estas líneas?

Comentarios & Opiniones

Centinela Azul

Y llorar no es más que aliviar las heridas pasadas, las burlas, las humillaciones; llorar es válido, si llorando disipamos la oscuridad...

Critica: 
San Brendano

Hola, Azul. Gracias x comentar

Critica: