Para vos, cielo.

Al cielo le gusta cuando le digo una verborrea casi retórica. Se tiñe de rosa, como si se encendiera por algún tipo de intimidación. Se pinta de azulito con rosa, como mis ojos cuando lo miran. Al cielo le gusta mis caricias mágicas, que aunque tocan el aire y no a él, él sabe que mentalmente son suyas. Así, suaves como sus colores y sabores cuando está contento, cuando no está rotico, cuando alguien le abraza psicológicamente, le mira y le dice que no llore más, que quizá así la lluvia cesará. El cielo es en ocasiones lúgubre, nigérrimo y cósmico, eso, cuando llega la noche y se adueña de él, cambia sus colores y sus lumbreras, cuando lo acompaña la lunita rota, la mensajera de todas las almas en pena que gritan cositas a otras almas a través de ella. El cielo se torna de muchos colores dependiendo de su ánimo. Como cuando está feliz y se pinta de amarillo o azulito, cuando le rompen el alma y se viste de gris, como cuando se pone eufórico que se pinta de naranja y ya aguarda a la noche para que se adueñe de él. Como cuando le grito que es hermoso y se pinta de rosa, cuando revienta y le digo que pare, que yo me monto, que no se mueva, que yo lo quiero. No sé, pero el cielo es bastante raro. No comprendo por qué me dicen que la extraña soy yo