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El cielo me ha sonreído
aún sin la convicción
de que este,
sea capaz de hacerlo.

O es, quizás,
la aparente sutileza
camaleónica e innata
del luto,
guardando el deber del guión social
en la espina dorsal de su conciencia
que alberga una sonrisa de desprecio
al ser más racionalmente irracional.

Pues le hemos robado el sentido
al sueño, y a la esperanza,
de su saber más transcendental
y onírico, espacial,
en el que el cielo dejó de gobernar
la clarividencia cuando se observa
allí donde el halo de oscuridad lo rodea.