Merecedor

No se merecen mis manos
hacerte dueño de mis palabras,
de tus actos,
mis consecuencias,
por haber querido idealizarte
y hacer del amor que te tenía
una montaña infranqueable.

No se merecen mis ojos
morir por un recuerdo,
ahogarse en un mar de lamentos.

No se merece mi alma
tanto sufrimiento,
por un recuerdo ficticio,
por una despedida
que nunca existió.

Quisiera por una vez expresar con palabras lo que nunca supe,
quisiera no haberme ahogado en tanto sufrimiento por un simple recuerdo,
y doy gracias porque entre tantas vidas y tanta gente,
me elegiste a mí, para adoptar, aprender y enseñarme tantas cosas no visibles a los ojos, pero si al corazón.

De cada desquebrajo de mi alma, se haya un hueco en mi corazón.

*La ira dice:

¡Aquel indeseable, mal nacido, que viniste a mí, cuando te abrí mi casa, mi pecho y hasta un recuerdo!
De esos que calan dentro y llegan al corazón.
De esos que forman suspiros, noches en vela y derrames salados de tortura.

*A lo que el amor responde:

Gracias, por haberme elegido,
Gracias, por enseñarme tantas cosas,
Gracias, porque entre tantos mundos
y tantas vidas, me elegiste a mí.

Y duele, sí, duele un recuerdo,
pero yo sé bien que existió,
porque mis ojos vieron cosas increíbles,
porque mi pecho sintió un estallido de amor,
puro, de alma a alma,
quizás reconozco que fue eso lo que me paralizó,
pero creo, que hice más de lo que pude,
y aún así,
me engañaste como quisiste.
¡¡Me dijiste que en tu lecho de muerte
que no ibas a poder verme y
aún sabiendo que me decepcionaría
fui a verte!!
Y volví con el corazón vacío,
decepcionado,
gris y oscuro
atormentado.

Y jamás volví a saber de ti...
Y jamás me volviste a escribir...
Y eso, aunque no lo comprendas,
duele,
duele jugar con las personas,
duele y cala muy dentro.

Y aunque ya no me falte el aire,
Y aunque no te nombre en mi día a día,
por alguna extraña razón
te sigo teniendo presente.

Por alguna extraña razón,
moriré queriéndote.