Anoche te solté

Anoche te solté, te dejé ir.

Aunque hace tiempo no estabas a mi lado, seguías dentro mio en algún rincón. Sin que pudiera darme cuenta, pero lo suficientemente presente para que el mundo supiera que te pertenecía de algún modo. Pero te suelto, te dejo ir y aunque creo será grande el dolor, sé que es lo mejor para ambos.

Un sin fin de imágenes invaden mi mente y un sin fin de sensaciones recorren mi cuerpo. Intento ordenarlas pero se escapan una y otra vez.

Confío que Dios sabe lo que hace y que su cincel esta trabajando en mi alma ahora mismo. Supongo que es Él quien me sostiene para no caer en el trillado hoyo de mis tristezas y nostalgias cuando entiendo que hoy comienzo el verdadero duelo de vos.

Tengo miedo, sé que la soledad y la abstinencia de tu ser vendrán por mí y susurrarán a mi oído que te busque.

Temo que mis fuerzas me traicionen. Temo al silencio ante tu ausencia permanente pues tengo la vida acostumbrada a tenerte, lejos o cerca, pero mío. Ruego a Dios que me asista cuando ellas me invadan.

Hoy elegí tus mejores recuerdos, tus palabras más lindas, tus besos más dulces, tus abrazos sanadores, los escasos momentos en que abriste tu corazón de par en par e intento guardarlos delicadamente en mi corazón. Lo difícil es encontrar un sitio donde no te sienta y te encuentre fácilmente.

Decidí quedarme con lo más bello de nosotros, aunque así duela más este adiós.

No estoy segura cuan sano fue este amor pero a juzgar por el dolor que sentimos al separarnos tras fallidos intentos, no cabe duda que fue amor: lleno de locura y pasión.

Espero de Dios las fuerzas para superarte, el consuelo al extrañarte y el sentido de ponerte en mi vida durante un tiempo tan breve como intenso.

Te amé locamente pero hoy, sabiamente, te dejo ir.

Hoy comienzo mi vida sin vos: una hoja en blanco y que sea Dios quien dibuje en ella los primeros trazos.