Flamas de Lluvia de Tronos

Las tardes en el huerto y agosto,
Arropándonos como perales y ciruelos y olmos,
Te pensé tanto que me ardían los ojos,
Y sonreías y es que ya sabías todo.
Y los paseos por el puerto en otoño,
Cobijándonos los unos a los otros,
Te recordé tanto como un tonto;
Y sonreíste y te acercaste poco a poco.
Y tú bailabas con el arte de la brisa y como el Noto,
Un donaire enigmático e ignoto,
Me llamaste aun muy pronto,
Y rielaba el aire desde sus cumbres de oro.
Las mañanas en tu sueño y en tu rostro,
Y las callejuelas y adoquines y focos,
de la cansada ciudad y sus escombros.
Te pensé tanto al punto del encono,
Y tu sonreías porque sabías cómo,
Dejé de amarte mi tesoro,
Y tú te enamoraste de otro,
Hombre casado y buen mozo,
Baladí sospecha y corazón de plomo.
Por eso hay mujeres que le temen al fuego filoso,
Y otras hechas de flamas de lluvia de tronos.

ROGERVAN RUBATTINO ©

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