VIVIAN BIEN

Vivían bien.
Doscientos metros cuadrados
Para repartir caricias y el Tiempo.
El Tiempo se hizo angosto y les
exigió riquezas que no poseían.
Ana era bella y se creía sensible.
Ángel era honrado y tedioso.
Los fantasmas arrastraban sus
cadenas de realidad cada noche
tras el sexo confortable y regulado.
Vivían bien.
El Tiempo es insaciable,
bien lo sabemos.
Llegó una marea desconocida
a inundar de dudas su buen vivir.
El salón se estrechó y
en la bañera solo cabía ya uno.
La cama se inclinaba peligrosamente y
De ella se caían besos y gemidos.
La tupida alfombra todo iba ocultando.
Vivían bien.
Ana se perdió un día entre números de teléfono.
Desayunaba tostadas y delicias prohibidas.
Su Tiempo le descubrió una sensualidad homicida.
Ángel tenía un artístico reloj de arena que
templaba su existencia monocorde.
La armonía volaba, expandía pedazos de
pasado por toda la casa.
Ana tenía atrapado el Tiempo en sus labios,
Entre sus muslos, en su insaciable búsqueda de
placeres desconocidos.
Vivían bien.
Una noche o una tarde,
el reloj de arena se vació.
Ángel tomó el camino del dormitorio y
no pudo traspasar la minúscula puerta.
Eso sí, un aroma denso y extraño lo
llenaba todo y lo asustó.
Buscó respuesta y gritó Ana.
Un tic-tac desenfrenado fue la respuesta.
Y mi Tiempo?
Ana reía escandalosamente por
todos los rincones de la casa.
Vivían bien.