LA OTRA MUSA.

LA OTRA MUSA.
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En profunda melancolía, divagaba escribiendo versos
una noche sin luna el poeta.
Solo silencio y soledad había en lo que antaño, fuera todo un paraíso de creación y prosperidad.
Fue en aquella noche negra cuando ellas, las más bellas,
se percataban de cómo su importancia e inspiracion
había sido suplantada y en su lugar,
otra el título de musa ostentaba.

—Y la ira lo cubrió todo—.

La lluvia cayó, el cielo de azul a gris profundo se vistió.
Una torva furiosa castigaba a los árboles, doblando sus ramales en sórdidos zumbidos.
El mar se detuvo y los ríos dieron paso al llanto más dulce alguna vez visto al pie del monte Helicón.
Todo fue caos y desasosiego; las musas celosas, se oponían a cualquiera que viniera a arrebatarles el don de ser inspiración.

¿De dónde cree usted que nace la poesía?
—Preguntó Calíope a una de las ninfas libétridas.—
Gritaba enfurecida, arrancando un par de suspiros en violentos silbidos, mientras rasgaba su vestido.
¿Acaso Eros es su dios?
Insistía en preguntar,—¿quién era ese arrogante desconocido, capaz de venir a quemar las hierbas verdes y a pisotear la flor?—

Tal vez me contradiga al develarle tal afirmación —Iniciaba el poeta— Pero sepa usted musa mía, que el amor no es solo una vana atracción.
No soy hijo de Zeus ni tampoco de Poseidón,
soy un mortal que de usted se enamoró, escribiéndole estos versos que vuelan con fulgor.

Quizás, no sea tan afortunado y no viviré por muchos años.
Posiblemente vengan los dioses del Olimpo a reclamarme por haberme en usted fijado, por poner en sus labios una sonrisa y con un beso mío, haber su boca mojado.

Para ellos seré un impostor, un pordiosero y un ladrón que a su casa ha entrado.
Buscarán mandarme al inframundo para que pague mi pecado, por haber tenido la osadía de un beso suyo haber robado.

Mas, dichoso he de enfrentarme a la expiación cuando le pidan a Medusa que mi carne la haga piedra
para escribir sobre ella,
aquí yace un loco enamorado.

Raymond Sánchez.