Dos noches bastan para la iniciar la revolución

poema de Plumalviento

Es curiosa esa sensación
cuando dos personas se encuentran,
de existir en una misma relación
realidades tan distintas, paralelas y contrapuestas.

Piensas que han pasado los años, que algo has aprendido.

Que no volverás a dejarte llevar por primeras sensaciones
sin antes atisbar en qué derivarán.
Que vas a medir tus emociones, a controlarte,
a ser realista y no construir castillos en el aire.

Que vale más tu estabilidad mental. Tu equilibrio. Tu paz.

Pero de pronto, sin previo aviso, alguien cruza tu camino de manera inesperada,
sin gran propósito, sin demostración de nada.
Una caña, unas risas, un puñado de palabras
resuenan a inicio de revolución no planeada.

Sucede a veces también,
que cuanto más se asemeja esa persona
a lo que en tu propia vida quieres ver,
más intensa, más urgente se torna esa necesidad
de compartir, de conocer, de en conjunto ser.

No hay indicios, no hay señales,
pero tu instinto no atiende a razones.
No quieres caer, intentas distraerte,
pero tarde o temprano su imagen vuelve.
Ves coincidencias, guiños, la ilusión de algo diferente
donde cualquiera sólo vería la conversación más corriente.

Incluso desdén, apatía,
¿será indiferencia?
¿Quizá no es para tanto y sólo soy yo,
que deseo tanto y con tanta urgencia?

Aquellos, ahora lejanos, destellos de pasión
fueron seguramente fruto de la casualidad,
de la osadía de la nocturnidad,
y la desvergüenza de dos, tres, o cuatro copas de más.

No lo sé, ni sé si algún día lo descubriré.
Por el momento hoy agradezco a la pluma y el papel,
por hospedar una vez más y pacientemente
cada una de mis inquietudes, dudas y tribulaciones.

Por devolverme un poquito de paz, de equilibrio y tranquilidad.
Y lo que tenga que venir, vendrá.