Una sola historia

poema de Piero Abanto

Fueron muchas lunas
sin saber cómo llegar, únicamente dónde partir.
Sabiamente consternado
el navegante ve una tierra que no es su tierra,
inspira serenidad, que no es más que angustia;
las olas lo arremeten, olas que ya conoce
y que desconoce.
Al verlas majestuosas, cuales dioses, solo espera y recuerda su sueño,
que no es más un sueño.

Su batalla se termina
y al gladiador le pesa el escudo
Oh… ¡Pobre el filo de su espada!
Oh… ¡cada herida de la que escapa su alma!
Pareciera ahora menos penitente.
Mi señora, ya no llore sola,
que acompañada se lamenta más tranquila;
lloremos juntos en la resignación y la agonía.

Gladiador y navegante tendrán ambos sus cantares;
casi sin vida, se asemejan a un solo hombre,
retoños de esperanza, enderezan al árbol,
ese cuyo deber es el de morir de pie.
A la mañana siguiente sus historias habrán terminado
Y yo me rendiré mientras sollozo apasionado.