¡Soy libre, puedo volar!
Las voces pasaban, eran ecos,
lenguajes ininteligibles,
silencios y soledades
acompañaban los dedos
tras el teclado.
Aislado, completamente aislado
del otrora mundo real,
había dejado de ser,
de sentir.
La plataforma virtual,
Zoom, Meet, cada día le volvían
un zombie, ya no encendía la cámara,
no quería escuchar su voz tras
el micrófono, ni escuchar la voz de otros.
Salir a las calles le hacia
sentir culpable e incómodo,
el virus y la infección
los sentía en cualquier lado,
hasta en la suela de los zapatos.
Obsesión de aseo, lavado de manos,
tapaboca, siempre vendado,
no apetecía alimento ni lo que
antes fue su contento,
en declive, en declive
cada día y la misma melodía,
la misma rutina.
La vacuna la encontraba tan distante,
que consideraba que para llegar a ella,
la vida no le alcanzaría.
Cada día era igual al anterior,
nada nuevo, nada nuevo
bajo el sol, cuántas lunas enterradas
tras el encierro, ya había olvidado
el color y titilar de las estrellas.
Extrañaba el canto de las aves,
el olor de las flores y los frutos
madurando en el árbol,
zambullirse en las aguas
y arrastrarse en el pasto verde.
Vacía existencia,
era lo que él pensaba,
o lo pensado por él,
controlado desde fuera,
integridad perdida.
La alegría se había vuelto
tristeza y desesperanza,
ya no sabía si él era la máquina
o la maquina era él.
El virus llegó para quedarse,
todo se hacía tan difícil,
tan insoportable.
Estaba convencido que de seguir así,
ya nada tendría sentido...
El color, el sabor, la alegría,
los Otros se habían ido, solo el zombie
sobrevivía en el ordenador,
en ese dolor que no tiene palabra
ni definición.
La calle semivacía transitada
por seres tambaleantes unos,
agitados y angustiados otros,
siempre con la boca amordazada,
le anunciaban que nada sería igual.
Marasmo, el reinventarse se escapaba
de sus proyectos,
la abulia lo sepultaba,
era cierto lo que vivía,
la humanidad toda colapsada,
o era un sueño, un pavoroso sueño.
Hoy si tuvo un dulce sueño,
Un real sueño, si muy real;
soñó que salía a la calle
y todos caminaban felices,
se abrazaban, festejaban se besaban.
El tapabocas, la pobreza de negocios cerrados,
la humanidad agonizante,
fue tan solo una pesadilla ¡vaya terrible pesadilla!
Las selladas bocas con tapabocas desaparecían,
labios sonrientes, dientes dando destellos con la luz del sol,
hermosa sonrisas inundaban sus sentidos de alegría.
Se repetía incansablemente no soy un zombie, soy real, soy yo,
he vuelto a ser Yo, el real, me puedo tocar y sentir,
y tocar y sentir a los demás,
puedo amar, puedo hacer lo que quiero,
nada me es prohibido,
especialmente lo que me hace feliz,
me puedo relacionar, viajar con tranquilidad.
No soy máquina ni nada que se le parezca,
sin darme cuenta me estaba robotizando,
me estaba deshumanizando.
Esta terrible pesadilla, nunca, nunca volverá a pasar.
Por fortuna tal situación horrorizarte fue una pesadilla,
la última pesadilla que tanto me hizo sufrir.
Ahora saldré a volar
como ave soltada después de largo cautiverio,
seguiré la ruta de mis deseos,
me permitiré la trasgresión,
el sueño y la ilusión.
¡Soy libre, puedo volar!