Aquel sábado nos pronunciamos como dos ríos que se desbordaron en la sequedad circundante.Tus ojos fueron un monitor que desplegaba; el fuego que ya hacía oculto en tus abismos.

Fuimos Poetas desestimando al sol para crear con nuestra propia chispa a otro artificial; suficiente para iluminarnos y guarecernos de la lluvia, suficiente para no temer a la muerte.

Nuestra comunicación le pertenecía a la piel, y no eran más que balbuceos de la carne, estrofas ineditas desfilando en el nudo más creíble, en el milagro más real...