un poeta maldito
Seducido por la muerte y sus misterios
no esperé a que mi carne sucumba
y caminé por oscuros cementerios
para ver como podría ser mi tumba.
y en campo de cruces mármol y granito
un gemido resonaba a lo lejos con pavura
y la voz agonica de algún poeta maldito
estalló y sonó al final de está llanura.
El temor que me alcanzó no tiene nombre
inmóvil tirité como las hojas al viento
pero fue más fuerte la curiosidad del hombre
que sin más me fui apurado a su encuentro.
llegué pronto a una tumba abandonada
el bronce corroído, la lápida hecha trizas
donde desde ese oscuro osario aun sonaba
los dulces trinos de esa voz maldita.
La noche desplego toda su niebla
confundiose con el humo de mi habano
se abrió en dos las tierras de esa parcela
y emergió los blancos huesos de una mano.
Pude ver entre las huesudas enguiduras
que papeles sostenía como ramos
me entregó a mi todas sus escrituras
que compuso allí con seda de gusanos.
Me contó cuan grande eran sus penas
por morir sin haber sido escuchado
y que siguió escribiendo sus poemas
en el lúgubre lugar que está enterrado.
Le pregunté, ¿quién es o quién ha sido?
Con la promesa de hacerle un misceláneo
me dijo, ¡Ah!, por poco me lo olvido
yo solo soy tú en unos cuantos años.