Beatriz Adriana

Tierna y encantadora princesa
almibarada por su hermoso cariz; veo
nacer en sus ojitos, color café, el
beldoso ensueño que jamás imaginé...

En sus pupilas conseguí hallar
las estrellas de mi letargo,
las fantasías que dejé olvidadas
atadas en mis sueños.

Caminé hacia sus ojos, me extravié;
oro y plata, mil diamantes, en su
mirada dulce, serena, yo encontré; la
obra maestra de nuestro DIOS.

Un lucero vino y me habló, en
necio argumento contó que vio, a un
ángel hermoso nacer; un ángel que alguien
nombró, con el nombre de una Reina.

Gama de belleza magistral, su sonrisa,
en su rostro brilla y engalana,
la vida misma dando sueños...
...Sueños bellos, que jamás alguien soñó.

Dejé al viento los trazos que escribí, un
idilio, que su encanto permitió alcanzar, en un
oasis donde Dios dejó, lo más hermoso de
su ser, lo más hermoso que creó.

Lacio su cabello asemeja, a un mar,
ese mar donde anidan las pasiones, los
amores, bellos sones y descansan
mil rosales, esperando despertar.

Partí un día al ver sus ojos
a parajes llenos de vida y magia;
regresar no quise, jamás volví;
en su sonrisa, su beldad, me perdí...

La luna bajó y me contó que
anoche durmiendo le vio... Que
quiso saludarle y despedirse; mas
usted, sus ojitos cerraditos, tenía ya...

Imaginé jamás en la vida
escribirle a tan bella doncella,
rosa hermosa y armoniosa de Cristo;
obra perfecta de nuestro Dios.

Mis oraciones al Creador, deseándole lo mejor,
un sin fin de bendiciones, en forma
caiga de lluvia, y le empape un montón;
hoy sonrío muy feliz, muy contento; pues
oro y un tesoro, hallé en su amistad.

"Como el lirio entre los espinos,
así es mi amiga entre las doncellas"
Cantar de los cantares 2:2