The lime tree "on fallen angels and broken sounds, we will last past the final round"

poema de Quiplato

Súbete amigo al carruaje alado de las ideas, vamos a conocer una de las más bellas. No, no es Roma, tampoco Atenas, y sin embargo cuenta la leyenda, que Platón escribió un diálogo sobre ella. Dicen las lenguas que el diálogo versa sobre el ascenso de un joven, que cansado de las sombras de la ciudad, se encaminó hacia la cumbre de un monte. Cuentan que este monte era el predilecto del sol, que cada día cuando el sol moría, sobre todos los montes a él lo escogía para brindar al cielo su mágico arrebol. Partió el joven decidido a cumplir su cometido, pero en el camino tuvo que superar múltiples desafíos. Se enfrentó a bestias de todo tipo, feroces guardianes de la ciudad, que a toda costa buscaban impedir su ascenso a la verdad. El más temible de todos ellos era el dinero, esa bestia codiciosa que siempre quiere más, espejismo de felicidad; pérfida sirena, bella por fuera y pútrida por dentro, que en sus fatales redes nos quiere atrapar. Pero el joven la arremetió audaz, y blandiendo su espada de Thoreau, su falaz cabeza cortó. Luego tuvo que vérselas con un monstruo sigiloso y taimado, uno que se filtró en el genero humano, apenas éste firmó el famoso contrato. Hablo de la apariencia, esa cebolla que siempre tiene una capa más; esa niebla fantasmal, que tras su ilusorio velo, nos oculta lo esencial. Versátil actora de muchas caras, de muchos roles, de vasta indumentaria. Camaleón inquieto y proteo inasible. ¿Pudo con ella nuestro joven? Fue una lucha difícil, la alimaña era muy escurridiza y no se dejaba vencer. Entonces, cuando la astuta ya se creía victoriosa, el joven tomó su guitarra, y templando su corazón de madera, tocó una dulce canción, de un sabio llamado Trevor Hall. Al oir la fiera la música... se calmó, sus mutaciones súbitamente cesaron, para luego desvanecerse en un sutil soplido y dejar que el joven continuara su camino. Así fue, siguió su camino y cuando ya estaba subiendo los últimos tramos de la escarpada cuesta, y ya veía a lo lejos la tan ansiada meta, tuvo que arrostrar su último obstáculo, quizá el menos esperado. Era una bestia muy particular, una que nunca vemos, pero que siempre está. Es un parásito que se alimenta de nuestros más recónditos miedos, que habita en las penumbras más oscuras de nuestra alma. El parásito del cual hablo somos nosotros mismos, nuestros mayores enemigos. El joven tenía miedo, pero ya había llegado demasiado lejos como para rendirse. Estaba convencido, y cuando tuvo cara a cara al insospechado enemigo; se sentó, cruzó sus piernas, y en mística postura, comenzó a meditar... Una inconmensurable paz lo traspasó, el cálido abrazo de su gurú lo confortó, y la vibración de un potente gong al parásito desintegró. Luego se levantó y continuó su camino. ¿Llegó el joven finalmente a su destino? Cuenta la leyenda que así fue, que al cruzar el último umbral, en el cielo, en letra de nube escrito vio: "Amigo, bienvenido a Villa Nougues"