Árboles

Oh palo borracho, de pompas de algodón y vientre ensanchado, de piel arisca y fruto encapsulado: ¡Quiero tu soledad, hermano!

Oh lapacho, árbol galano, flor de mi tierra: me embriaga tu copa de nieve, rosa u oro en la primavera.

Oh durazno, filósofo que cosechando frío a ser paciente enseñas: raquítico en el invierno, florido en la primavera.

Oh tipa, de fruto alado y ramas que se quiebran y enderezan: ¡Dame la sangre roja que corre por tus venas!

Oh liquidambar, de esqueleto armónico y hojas amarillo-naranjo-coloradas: por ti la primavera tiene celos del otoño.

Oh pacará, de copa ancha y fructíferas orejas: tu grave nombre no miente, árbol colosal.

Oh jacarandá, de fruto chato, duro y seco, pero de flores que tiñen de púrpura las calles de mi ciudad.

Oh gomero, árbol que me recuerdas la máxima de mi tatarabuelo: "Con los pies en la tierra y la mirada en el cielo".

Oh sauce, de hojas lánguidas y perezosas: nostálgico y triste árbol, tu melancolía me enamora.

Oh álamo, de porte elegante y fino: tu graciosa copa se recorta en el paisaje con envidiable estilo.

Oh alcanfor, de copa bondadosa y tierno corazón: cantan tus claras hojas un cándido color.

Oh ibirapitá, toda mi infancia jugué contigo sin saber tu nombre: ahora que lo sé, te quiero más, mucho más.

Oh pata de cabra, de exóticas y bellas flores, de hojas cual tu nombre: ¡Cuántas veces pasé al lado tuyo sin siquiera verte!

Oh todos y cada uno de los árboles que vi en mi vida o soñé en los libros: felices instrumentos del viento, alegría de los paisajes, moradas de las diversas aves del cielo, pulmones del mundo, calor del hogar, papel de los libros que tanta felicidad me dan... Gracias, simplemente gracias.