La belleza

Puedo decir que conozco tu belleza, porque conozco tu desnudez.

Y no hablo de la desnudez morbosa o desnudez del sexo; hablo de esa desnudez del alma que escurre en el cuerpo.

La belleza es el sutil tesoro
que encontramos en los rincones exactos y solo se reconoce con los cinco sentidos.

Eres hermosa por como tus curvas
se clavan en mi mirada y sombras sugerentes hacen que me pierda en ellas; por la forma en que tu piel se transforma en tonalidades taciturnas como si el día y la noche convergieran en ella.

Eres hermosa por la suavidad que encuentro en cada uno de tus puntos caprichosos, por el dulce olor de tu cuello y ese sabor único e inigualable de tu espalda; por el calor que irradia tu vientre
y el magnetismo que atrae mis manos a tus muslos.

Eres hermosa por como respiras cuando estas dormida, por como tus piernas se trenzan a las mías, por como el hueco de mi pecho tiene exactamente tu forma y por la manera que tu cabello me quita la respiración.

Por todos esos detalles que te hacen tan tuya y tan mía, por el simple hecho de inspirarme a escribir estas palabras con solo decir tu nombre: Eres hermosa.

Y estas palabras son solo para tus oídos, pues solo son de mi boca.