SECUESTRO EN EL MISTERIO

SECUESTRO EN EL MISTERIO
(10/09/2025 mit herzliche Umarmung an Volker)
Autor: Miquer Alberto Rivera Santiváñez
SECUESTRO EN EL MISTERIO
(Relato de viaje)
Ahora recuerdo detalles de una etapa muy rara en uno de los países que más estimo.
La tarde había caído y sobre mi espalda pesaba el grueso manto de la noche, por eso busqué reparar fuerzas cerca del camino. Mis costumbres de caminante llevaron mis pasos cerca de los restos de un antiguo bastión gótico y no tuve duda en recostar mi espalda en su recia muralla. Durante unos minutos traté de no dormir, pues temí que las fieras del bosque podrían sorprenderme fácilmente por ese paraje; sin embargo tras un lapso me ganó el sueño. No se anunciaba la mañana, cuando desperté con gran susto, pero me hallaba en un lugar demasiado extraño. Seres vestidos de gris y enmascarados me sujetaban en un laboratorio. Al poco tiempo que me dejaron solo traté de mover mis manos y escapar, pero no pude, gruesas correas sujetaban las muñecas y eso me preocupó. Tratéando de memorizar sus detalles del recinto comprendí que me habían cazado, entonces el miedo arañó mi piel. Poco después, otra criatura se aproximó con una jeringa desconocida para inyectarme algo. Ahí, por su cercanía, pude constatar la inhumana mirada mirada del que experimenta con sus prisioneros..
La sustancia fue recorriendo las venas produciendo un desconcertante cosquilleo en el antebrazo izquierdo primero, luego en el resto del cuerpo. No habían pasado minutos, cuando empecé a recordar mejor, entre lágrimas aquel momento que unos señores me ofrecieron un ventajoso modo de integrarme a su país para no regresar a mi lejana tierra al concluir los estudios. En esos instantes, cuando la inyección parecía tomar posesión de mi cuerpo, vi acercarse a unos tipos que hicieron notar su exaltada curiosidad. Era claro que no hablaban, pero se comunicaban a mi mente.
Aquellos sujetos muy altos, delgados, de cabeza enorme y mirada fría me tomaron en sus brazos y llevaron hacia un extraño quirófano. Me asombré de su tecnología.
Un personaje muy sospechoso me observó a través de sus raros lentes y presionó el antebrazo, causándome tal dolor que grité. Al rato, viendo los especialistas unas pruebas de mi naturaleza, optaron por cambiar sus métodos. Sin embargo los resultados siguieron corroborando algo.
– ¿Qué hacemos, lo matamos? –preguntó uno, cuya voz salió por un micrófono de su ropa especial. Sentí un tremendo sobresalto.
– ¡No!, tiene algo nuestro –respondió su jefe.
– ¿Es un animal? –interrogó de nuevo.
– No, pero tampoco es igual a los otros– contestó el espécimen director.
Al llegar la noche me soltaron en medio de la niebla. Lamentablemente eso no parecía ser la Tierra.
– “¿Dónde me han puesto?”–interrogué mentalmente lleno de pavor.
No podía encontrar respuesta. El sitio era salvaje, de otro mundo.
En mi prisa, en mi desesperación, pedí un pronto amanecer, pero siguió dominado la penumbra. Luego, sin que yo sepa de dónde; apareció un aparato volador que descendió en una pequeña base, y me subieron a la fuerza. Al estar en su interior no hallé otro viajero humano. Hubo un estallido luminoso muy frío. En instantes, por algún misterio, me di cuenta que retrocedía en el tiempo y espacio. Intuí mi salvación. El hecho es que sus tripulantes me habían adormecieron con gas en la cabina para no reconocerles.
Desperté de noche dentro de unas instalaciones vigiladas por personas de aspecto grato y confiable, vestidos de blanco.
– ¿Dónde ha estado usted?, te has extraviado por siete días seguidos –dijo una linda enfermera.
–Fernando, te hallamos totalmente desnudo en el campo –comentó un médico.
Entonces recordé nuevamente de aquella tarde al salir de casa, decidido a no aceptar esa opción muy radical de los extranjeros y posible renuncia de mi país, me interné por entre la tupida vegetación de la selva nórdica, para meditar acerca de mi estado y sus consecuencias. Así, sumido en pensamientos contradictorios, de anhelos, frustraciones y ambiciosas proyecciones, caminé por el bosque de coníferas, hasta que llegó la noche, obligándome a pernoctar entre las ruinas de un castillo. Era aún de madrugada, y escuché ruidos entre los follajes; me acerqué a ver. Unos tipos me rodeaban, se notaba que no eran terrestres. Me agarraron, y llenaron en una bolsa negra con orificios para respirar. Después de un corto trayecto escuché un penetrante zumbido de un artefacto. Tuve sensaciones de vuelo. Calculo que hicimos dos viajes. Al devolverme a la Tierra de noche, escapé del envoltorio y, estando distantes las ciudades caminé algunas horas, hasta que me dio hambre y sueño; por eso, luego de hartarme de moras y castañas, me acurruqué nuevamente junto a los pinos. Cuando salí de la bolsa especial llevaba puesto pantalón y camisa pero se llenaron de espinas entre los matorrales; y estando muy ocupado en librarme de pinchazos es muy seguro que me quedé dormido.
–Hay cosas raras en ese bosque –dije a quienes me ayudaron.
–Fernando, no vuelvas por allí –recomendaron los médicos.
Naturalmente, no puedo quejarme de lo que haya pasado en esa travesía, porque aparte de unos sustos no sufrí daño significativo; mejor aún, me alegro de aquello, porque así nació este relato.
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10/09/2025
© D. R.
Música especial para el relato.



