Temple climático

poema de vincent

Temple climático

I

Expuesto en un sendero, desprotegido,
mis pies encontraron la luz del sol.
En un breve intercambio de parpadeos,
Me borró con su opulencia.
Yo que tanto he brillado en las tinieblas,
en el silencio, oculto a los ojos de la indiferencia.

Así y tan derrotado, mí luz se desvanece,
se disuelve entre la tierra y la corteza de los arboles.
Abatido, el cuerpo todo lo contempla,
ávido de tener al instante una solución;
rápida, limpia y silenciosa.

Frustrado, sin mi luz y presa del miedo,
mi cuerpo, cual cántaro vacío,
deberá colmarse con la luz del sol.

Si la profética luz
no encuentra cabida en mis paredes de barro,
reducido a escorias mi cuerpo extenuado quedará.
Así, no puedo seguir calmando la sed…

Enceguecido, temeroso y privado de mi mente,
a la superstición me entrego,
pintura sumamente eficaz, variada e inconstante,
para mi cántaro vacío se ofrece como una elección.

Se atesta mi espacio interno con el miedo,
imponiendo a mí destino: ¿un meditado diseño?,
¿fijando irrevocablemente la dirección de mis pensamientos?.

II

Ignorando el sentido de los mapas,
me inclino por curvos senderos: sin nombres, sin recuerdos,
en cuya convergencia, las casas con frondosos jardines;
invitan trémulamente a pasar por una flor,
para tenerla como abrigo las marchitas noches de invierno.

III

Seco, el perfume del invierno perdura en el aire,
con ambiciosos deseos de eternidad.
Porque en invierno los sentimientos son más puros,
y el agua que en mi interior transporto, nunca escasea.