Boleto al infierno, temprano sepelio III

poema de MASK Skonvros

Juraría que estoy ahí ahora, en el momento que lo estoy recordando. O, mejor dicho, más preciso sería aclarar que el momento lo sentí como si fuera ya una memoria tan fugaz como distante, como si mi visión fuera una cámara y mi cuerpo un personaje en primera persona en piloto automático, sin auntonomía, sin libre albedrío, como si el instante que tomé la decisión de hacerlo, la misma poseyó por completo mi ser y comenzó a pilotarme. Autómata.

Hace tiempo que llevo lidiando
con una insistente fatiga
que me ha brindado entretanto
una angustia que no se mitiga.

En la tiniebla de noche oscura
en que a penas alumbra la luna
no me mires hacer de las mías,
no pauses la labor de vigía.

Si al final va bien y todo sale
según el trazado de mis planes,
siguiendo los cuadros de mi esquema,
he de entrar pateando la puerta.

Afronté la situación con su debida diligencia: traté, sin exito, con anterioridad repetitiva, evaporar, encoger, nublar el rencor propicio que quemaba mi pecho cada vez que besaba el cañón de tu revólver, pidiéndole perdón por culparlo tantas de lo que hiciste con tu dedo. Un arma no es nada sin un hombre tras ella, sí, es verdad, no hay forma de negarlo; empero, cabe cuestionarse en esas mismas líneas: ¿qué son algunos hombres sin esos artefactos mortíferos en sus manos? La cantidad de veces en las que la respuesta es "nada", sorprende hasta a los pacientes mejor curados de la enfermedad del espanto. Temerarios.

Tu propio revólver es tu oz,
guadaña que te deje sin voz,
que opaque tus gritos quiebra-vidrios,
que allane sin trabas tu armisticio.

El plan es que tracé es acompañarte,
reacio, tras te apagues y marches
rumbo a pisar el campo de minas,
la curva a la vuelta de la esquina.

Si ocurre el más mínimo despiste
en este sórdido canto del cisne,
si todo según el plan no acaba,
tendré que hacer re-venta en la entrada.

Suplicaste como loco que no lo hiciera, intentaste apelar a nuestra masculinidad en común, lloraste que el mundo inmundo en que vivimos te hizo como sos y solo eras la víctima de un retorcido titiritero que quiso separarnos. Yo solo oía los chillidos distorcionados de un lechón. Oinc.

Éste es tu careo con lo eterno.
Éste es tu boleto al cementerio.
Éste es mi autoimpuesto averno.
Éste es mi temprano sepelio.
Tu sarcófago será el olvido
y los recuerdos serán mi nicho.

Después de que humeara el revólver, me puse el cañón en la boca, con la esclerótica surcada de venas. Arqueé las cejas y me fijé en el arma: quise mirar si había munición en la cámara. Ahí fue cuando caí a mis rodillas, llorando, sonriente, nervioso. Me cuestioné: ¿por qué me aseguré de que hubiera una bala y no solo apreté el gatillo? Irresoluto.

Éste es mi vistazo al final cómputo.
Éste es tu homenaje póstumo.
Éste es mi infierno vitalicio.
Éste será tu etéreo juicio,
la orfandad será mi metrópolis
y la incertidumbre, tu necrópolis.

Comentarios & Opiniones

Nadia Sushila

¡Me encantó! Quedé atrapada solo con el título y luego de mitigar la curiosidad me enamoré de tu escrito❤️

Critica: 
MASK Skonvros

Muchas gracias por tomarte el tiempo de leer uno de mis poemas favoritos de mi autoría y dejarme tan bello comentario. Saludos.

Critica: 

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