¡MAMA!

¡Mama!

Han pasado varios meses de tu partida.
Vives en mí a través de mis sueños, ¡pero este sueño no es eterno!

La cruel realidad se despierta en mi actualidad.
Es donde mis brazos se sienten abandonados debido a la ausencia de tu cuerpo.

Al saber de tu partida encadene tu alma a mis constantes lágrimas.
Aun no comprendía ni me importaba quien te llamaba.

¡Maldije mi suerte!
Gritaba y gritaba que no te llevaran, que no me castigaran privándome de tu presencia… ¡Ya me portaría yo mejor!

¡Mi dolor fue egoísta!
Por mí, tu mente seguía intentando controlar a tu organismo aunque eso implicara que te encontraras anclada a un eterno limbo; mientras tu débil aliento intentaba ser acallado por ese arbitrario silencio.

Una constante fatiga desdibujaba las facciones de tu hermoso rostro.
¡Resignada dormitabas entre dos mundos!

El cielo ya te reclamaba prometiéndote felicidad eterna, pero el mundo terrenal te abrazaba con sus embustes desestabilizando cruelmente tu organismo.

Agonizabas lentamente, mientras tu mente anhelaba un desenlace sin dolor alguno, los lamentos de esa voraz agonía te pretendían.

Tu cuerpo se convulsionaba presagiando lo inevitable.
Tus ojos se mantenían cerrados debido a tu mirada quería ser recordada con vida e impregnada de esa ternura infinita. Que no observáramos en ella ningún arrepentimiento al decir... ¡adiós!

Esa vida era envidiada por la muerte, con su filosa guadaña esperaba cortar de tajo aquella mirada que hoy por hoy me ama.

Mi sufrir detuvo por momentos tu vuelo.
Te encontrabas en un dilema, ¿tu paz o mi felicidad?

Ante tu sorpresiva partida mi dolor te reprochaba el no seguir a mi lado,
el no estar más en mi futuro; el ya no observarme sonreír al contacto de tus besos.
¡Mientras la luz brillante de tu alma rápidamente era tragada por la nada!

El pasado te regalo aquel momento en el que no imaginabas que yo sería creado dentro de tu cuerpo.
Me amaste aun sin verme y después de fallarte infinidad de veces seguías amándome incondicionalmente.

Tu vientre no quedo vació, fue cremado junto con esas miles de sensaciones y sinsabores que hiciste tuyas, en los momentos que le diste vida a todos tus hijos.

¡Mi amargura casi eclipsa la luz de tu alma!

Esperando tu despertar los días devoraron semanas, pero yo no deseaba que permanecieras postrada meses ni años.

Mi anhelo se convirtió en tu pesadilla.
En ella sufrías por mí sufrir, llorabas por mí llorar.
¡Yo no podía permitir que en ambos mundos el sufrimiento encadenara a mi heroína!

Al verte postrada en aquella oxidada cama de ese horrible hospital gano el amor que sembraste dentro de mi ser.
El no tolero que miles de agujas e insensibles personas ajenas a tu mundo transformaran a tu mente en un ente amorfo, ¡que deseoso pretendía corromper la belleza de tu alma!

¡Dios no permitiría que la agonía degustara más de tu dolor!
Sin lágrimas en mis ojos te dije adiós prometiéndote que estaría bien.
Aquí solo había una cosa que hacer por ti…liberarte de toda angustia, de toda promesa no cumplida

En esta actualidad vivo plenamente, ¡tú respiras a través de mí!
Te sigo extrañando y amando.

Antes de dormir observo hacia tu nuevo hogar y le hago infinidad de preguntas a las nubes;
¿Algún día estaremos juntos?
¿Será eterno ese momento?
¿Acaso será en otra vida o en otro mundo y en otro cuerpo?

Tal vez ni me recuerdes y sean otros los afortunados a los que les toque llamarte madre.
Pero sé que mientras yo viva recordaré, que ese 10 de mayo al cielo le tocó festejarte en ese especial día.

Mama, yo reconocí tus restos, yo entregue tu cuerpo; ¡después de varias horas recibí tus cenizas!
Al acariciar mis manos aquella tibia urna el viento susurro a mis oídos aquellas sabias palabras que te caracterizaban…hijo, mientras me mantengas dentro de tu pensamiento mi amor te seguirá abrazando.

Autor. Mario César Palma G.
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