Preso del momento

poema de Atyra

Murió la soledad más deseada, se pudre de tristeza en su aposento.
Espejos de luceros que se apagan en un chasquido lento de tormentos.
la seda que acomoda su amargura se vuelve atrezo añejo de convento.
Los labios se secaron con el llanto, la sal trazó el camino a los infiernos.
La estancia huele a muerto de tristeza, inunda los altares, los espejos.
Los pasos suenan truenos enojados, rasgando la tristeza en el silencio.
Un cuerpo yace despojado; la soledad le amó como ama el preso;
“la sola cobardía de un nuevo día, besando los barrotes de su atuendo”
Ya no hay lugar para alegrías, murió en aquel invierno de aguacero.