El fuego guardado

El fuego guardado

Aquella tarde salí de paseo,
aquella tarde
me perdí en monólogos
que nadie escuchó,
me cubría la niebla
tan fría y húmeda
que el prado mis pies
descalzos mojo.
Me acerqué a la orilla
del cauce del rio
para ver el agua
desde allí correr
y con mis manos
con ella jugar,
pero escurridiza
se dejó caer
gota a gota muy suave,
dejándome al filo
de mi soledad.
Aprendí que todo
se pierde al momento
si por siempre tú
lo quieres guardar
que la vida entera
es como aquel rio
que pasa ligero
y no vuelve ya.
Regresé en silencio
no quise hablar más,
con mis pies mojados
con mis manos frías
y siempre al amparo
de mi soledad.
Sin decir ya nada
y al quedarme así,
me puse a pensar
sobre lo que el agua
me quiso contar,
pero de repente
la lluvia llegaba
y un coro de gotas
cantó para mi.
Y en aquella fiesta
tan improvisada
encendí la llama
del fuego guardado,
y como quién ama
me sentí dispuesta,
abrace mi alma...
y baile feliz.
Lyda de Jericó
DRA