Dos ausencias.

Dos ausencias.

Nunca dices: te amo
cuando me miras a los ojos,
jamás lo musitas siquiera
cuando besas mis labios.
Aun así, aquí estoy
abrazando cierta alegría,
esa que siento
latir en tu corazón,
porque aunque extraño,
me sabe dulce lo amargo
cuando acaricias mi alma
con tus silencios.
Nunca dices: te extrañé
cuando no estabas,
ni me buscas en las madrugadas,
tus manos no me rozan suavemente,
ni advierto en tí un sólo latido
que haga vibrar mis sentidos,
pero no hay nada más hermoso
que caminar sola contigo,
como dos ausencias juntas
por el mismo camino.
Nunca te vas sin un beso
que no es más que un roce tímido,
expresión máxima de la triste partida
que deja mis manos abiertas,
mis ganas perdidas en el tiempo
de las hojas que lleva el viento
dispersas, secas, inciertas.
Nunca expresas desencanto,
pero eres calma que enluta
la soledad de nuestro cuarto,
jamás nada me refutas
aunque te hable de otro
que ayer mi mano tomó,
porque eres paciencia infinita
mutismo de tu dolor,
y yo, callada queja que aguarda
escaparse de este amor.
Lyda de Jericó

DRA